Si intentamos plasmar el “patrimonio” también en la gastronomía, aspecto importantísimo en la vida de los pueblos, naturalmente ha estado relacionada con los productos autóctonos, y a las más antiguas y ancestrales formas de supervivencia. La gastronomía es un parte de la cultura tradicional de los pueblos, a la que desde hace tiempo se le presta gran atención, pues está en íntima conexión con el entorno geográfico de donde surge.

Por tanto es de resaltar que el tipo de comida y la forma de comer es un componente cultural de todos los pueblos y cómo no, de la Comarca del Nordeste, cuyo tipo de alimentación responde al clima, al cultivo del suelo, y a las posibilidades económicas de cada uno.

Siempre y en cualquier lugar la gastronomía está ligada a las tradiciones, oficios casi perdidos y festividades, siendo similar en los cuatro pueblos del Nordeste murciano pero siempre con la singularidad propia del lugar. En esta otra forma de cultura y de patrimonio destacaremos lo más característico de cada pueblo.

El turismo rural y en especial el gastronómico puede ser el motor de desarrollo económico y de generación de empleo.

En el turismo gastronómico los productos alimenticios y las especialidades culinarias se convierten en vehículo de acercamiento cultural, en la medida que se configuran como elemento identificadores de pueblos y territorios. Además la recuperación de la Gastronomía Tradicional de las zonas rurales y su incorporación a la oferta turística enriquece los destinos turísticos de interior y mantiene vivo el legado cultural.

Gastronomía de Yecla

La cocina antigua de Yecla, hasta principios de los años  50, se caracteriza por su mediterraneidad,  creatividad y mesura de ingredientes.

Era una cocina rural tanto para el campesino como para las gentes que vivían en los pueblos. También es una cocina estacional, rotunda y sabrosa. La domina el trinomio mediterráneo aceite de oliva-trigo-vino, lo que no es de extrañar, ya que los cultivos predominante eran olivos, vides y  trigo. A estos tres ingredientes  se le suman las legumbres, el ajo, las conservas, los escabeches y los salazones.

Tanto en las casas rurales como en las urbanas había corral, donde se criaban gallinas, conejos y cerdos, aportando así  proteínas animales a la dieta aunque en poca cantidad, porque la cocina yeclana antigua también tiene de dieta mediterránea el bajo consumo de carnes, leche y derivados (el pollo solo se consumía en celebraciones o se le daba a la mujer durante el puerperio). Junto a éstas, las carnes más consumidas eran el cerdo y la de caza. La leche era poco consumida y, principalmente, era de cabra.

Los pescados consumidos eran en salazón;  las frutas, verduras y hortalizas no tenían la variedad de hoy debido al clima continental de la zona, que no permitía cultivar ciertos vegetales, y a la precariedad de los transportes.

Al ser Yecla una zona colindante con diferentes regiones, su cocina está influencia por las cocinas vecinas; sirva de ejemplo los famosos gazpachos, adaptación de una receta manchega.

Las recetas más típicas de Yecla son:

Gazpachos, es un plato típico del invierno y de días festivos. El principal ingrediente es la torta, hecha con harina, sal y

agua, con forma redonda y de poco grosor, cocida con brasas por encima. Esta torta se desmenuza en trocitos pequeños y se cuece en el caldo que previamente se elabora. Para hacer ese caldo se prepara un sofrito con trozos de conejo, tomate y pimiento; también se le puede añadir acelgas o espinacas, champiñones, liebre, perdiz, etc; a este sofrito se le añade agua y se cuece. También se le añaden caracoles serranos. Lo típico es que todos los comensales lo tomen vertidos directamente sobre una torta sin deshacer, colocada sobre un tortero de pleita en la mesa, y que se coman con cuchara de madera. Después de comer los gazpachos, la torta que se ha puesto de base se corta en trozos, se le añade anchoas, sardinas saladas, azúcar o miel, se enrolla y se come.

 Relleno, se le llaman coloquialmente “pelotas”. Es el plato típico del día de la Virgen, patrona de la ciudad (8 de diciembre). Antes sólo se comía en los días festivos, dos o tres veces al año, hoy en día se pueden comprar en las carnicerías. Primero se hace un cocido con patata, morcilla dura, chorizo, garbanzos y pollo; en ese caldo se cuece las pelotas, porciones con forma esférica de masa hecha con magro de cerdo picado, pan duro rallado, huevos, piñones y especias. Luego el pollo se desmenuza y se fríe con manteca y limón.

Gachasmigas, se hacían durante todo el año, sobre todo en invierno. Era el desayuno típico de los agricultores, pero se

come a todas horas (comidas y cenas). Lo tradicional es hacerlas en la lumbre, con leña y sobre trébedes, comiéndose recién hechas, directamente de la sartén. Hoy día se sigue comiéndolas de dicha forma. Es una masa hecha con harina de trigo, aceite, ajos sin pelar y agua y sal. Se fríen los ajos y se retiran; a continuación se añade harina y se tuesta un poco en el aceite de freír los ajos. Luego se adiciona el agua y la sal  y se renueve hasta formar una masa homogénea. Esta masa se trabaja constantemente hasta que vaya soltando el aceite;  luego se añaden los ajos y se deja hasta que tome el aspecto de una tortilla. Se va dando la vuelta para dorar las dos caras.

Empanadas, son muy típicas de Semana Santa, pero se comen todo en año y se pueden adquirir en cualquier pastelería de la ciudad. Son características de la zona porque el relleno se hace con finas rodajas de patatas fritas en aceite de oliva. Además también se le pone huevo duro, atún en conserva, trozos de pimiento rojo en conserva y piñones. Se hace una masa con harina de trigo, aceite y vino blanco. Se hacen las empanadas del tamaño de la mano y se cuecen en el horno.

Queso frito con tomate– es frecuente tomarlo, sobre todo, para cenar. Se cortan “tajás” (rebanadas gruesas) de queso fresco de cabra y se fríen en abundante aceite de oliva muy caliente. Se come acompañado con tomate frito.

Tortas fritas– se comen sobre todo para almorzar y se pueden degustar en muchos bares de la ciudad. Se hace una masa con harina de trigo, agua, sal, un poco de aceite y levadura; cuando ha fermentado la masa se hacen bolas que se extienden con el rodillo, haciendo tortas redondas y finas del tamaño de un plato de postre que se fríen en abundante aceite de oliva muy caliente. Se les añade sal, azúcar, miel, anchoas, etc. Se enrollan y se comen.

Libricos– este dulce es exclusivo de Yecla y lo elabora una sola familia en toda la ciudad. Son cuatro finas obleas hechas con harina de trigo, agua y aceite, unidas entre sí por finas capas de miel. Las obleas exteriores llevan grabadas imágenes propias de la ciudad. Son típicas de las fiestas de la Virgen, acompañados de una copa de mistela aunque se comen todo el año. Antiguamente, cuando las bodas se celebraban en las casas, se le ofrecía a cada invitado un “librico”, una copa de anís y un cartucho de caramelo.

Bajando de la Plaza Mayor, en el mismo corazón de Yecla,  encontramos la única tienda, donde podremos adquirir el típico dulce yeclano: loslibricos, regentada por miembros de la única familia que los elabora. Es un producto artesanal elaborado desde 1850 exclusivamente  por esta familia, pasando de padres a hijos la receta secreta, respetando así la tradición familiar con gran admiración y dedicación.

 

Gastronomía de Jumilla

Su situación geográfica y su climatología influye en su gastronomía. Cocina mediterránea y manchega. El invierno frío y seco nos ha hecho saborear los embutidos típicos (longanizas y morcillas) así como de los platos fuertes que llevan fama en toda la región: cocido con pelotas, gazpachos, gachas, gachamigas, migas…..otra peculiaridad, como se cultivan cereales, la base principal de la alimentación ha sido la harina de trigo.

Una característica de interés en la cultura gastronómica jumillana es que las comidas van asociadas al calendario festivo; antes, los domingos se consideraba un plato extraordinario el comer “arroz y pollo” o “arroz y conejo”. En Navidades, Semana Santa, y Feria eran épocas de consumir los exquisitos sequillos.

A todo se suma un vocabulario en torno a las comidas o a los dulces que sólo con nombrarlos parece que nos abre el apetito: patatas en caldo, patatas a pelotón, ropa vieja, empedrao, tortas de manteca, tortas de pascua, tallos de zarza, suspiros de monja, toñas, sobaos, rollos escaldaos, rollos de cazador, rollos de vino, rollos de aguardiente, pirusas y un sinfín de manjares gastronómicos que han dejado fiel reflejo en la literatura oral.

 Es mi paladar la exquisita degustación


a mis placeres hago hincapié
dejándome llevar al sabor de la sutileza.

Siempre perturba mis palabras
si en la Monastrell pozo la mirada
fuerte y dominante.
Aprisiones en tus beldades
en cuerpo y color intensos.
Siempre suave o fuerte, ligero o espeso,
es el vino y el queso lo que promete atizar mis sabores
es en esencia y con medida, 
el arte vinícola es una de mis delicias.  

Las empanadas de patata típicas de estas tierras se hacían en Semana Santa para que las mujeres no tuvieran que cocinar,

hoy en día las encontramos en todas las panaderías. En cuanto a su preparación hay que freír las patatas en abundante aceite, no demasiado fuerte con el fin de que se doren. Una vez fritas todas se le añaden además de la sal, un poco de pimienta, los piñones y el perejil picado. Una vez bien mezclado todo se enjuga bien para que suelten todo el aceite y se colocan en una fuente honda. Se le mezcla entonces de atún, y el pimiento rojo cortado en pequeñas tiras, y el huevo cocido. Se deja enfriar, mientras se elabora la masa. Para hacer la masa se mezcla la harina con agua poco caliente, el aceite y una pizca de sal. Cuando la masa ya está compacta y bien trabajada, se va cogiendo porciones y se extiende con un rodillo, para hacerla láminas en las que se irá colocando montoncitos del relleno que hemos hecho anteriormente y se van formando las empanadas, que se colocan en una bandeja de horno. Antes de ponerlas a cocer, se untan con huevo batido para que adquieran el brillo correspondiente y se colocan en el horno hasta que estén doradas.

Los gazpachos generalmente eran hechos con carne de caza, adquirían un valor simbólico y se podían comer el Viernes Santo, por supuesto sin carne, denominándose “gazpachos viudos”. Jueves Santo se sigue aún comiendo en muchas familias el famoso plato de trigoentero. Otras fiestas dan lugar a dulces que se subastan para contribuir a los gastos de las mismas  como son los rollos y panes de San Antón, San Blas y de San Sebastián.

Muchas de estas costumbres se han estandarizado en la actualidad y este tipo de comidas y dulces se consumen cualquier día del año.

Los más destacados son los que indicamos a continuación:

Son famosos los gazpachos, a base de harina, carne de caza y caracoles, acompañados de un buen vino de la zona, que tienen en sus raíces en las comidas de los pastores manchegos para superar el frío meseteño en la época invernal.

Otra especialidad es el “trigoentero”, a base de trigo machacado que se hacía el día de Jueves Santo, se añadía aceite, sofrito de tomate, ajos y cardo. Hace unos años este laborioso plato comenzaba días atrás con el picado del trigo en un mortero y el soplado para quitar la piel al mismo tras haberlo picado. Y la noche anterior se ponen garbanzos a remojar, cubriéndolos de agua, así como el trigo, para que se hinche. En una sartén se pone un poco de aceite y se hace el sofrito de los ajos, la cebolla, el tomate, el pimiento seco, y una hoja de laurel. Todo esto se añade al trigo que previamente se ha puesto a cocer en una olla aparte para que se cueza bien y no quede duro junto con los garbanzos. Después se le añaden las habas y las alcachofas. Se añade sal y colorante al gusto, y se deja hasta que todo esté suficientemente cocido y reducido al gusto.

Las migas otro plato tradicional de la tierra, cuya preparación a base de pan, aceite, ajos y sal se realiza en abundante aceite y cuando está caliente se echan los ajos y se fríen bien. Se sacan y se escurre bien el pan para que suelte toda el agua y se echa al aceite. Sin parar de remover se fríe muy bien el pan y se vuelven a añadir los ajos y la sal. Como variante también se puede añadir un pimiento verde frito que se mezclará con las migas. Cuando la miga de pan esté suelta se retira del fuego. Se sirven acompañados de uva si es para la hora de la comida y en algunas ocasiones también se puede servir con chocolate.

Otro plato típico de gran cantidad de calorías, propio para los fríos del altiplano, son las gachasmigas, muy similares a las de su vecina Yecla. Como siempre estos platos deben ir acompañados del buen vino de la tierra.

“El Mortirigüelo”, es un plato exclusivo de la matanza del cerdo, que se hace solo ese día pues se emplea, la sangre y el

hígado del cerdo con muchas especias (pimentón, pimienta, clavillo y piñones). Es de fuerte sabor y muy nutritivo. Para preparar este plato utilizar una sartén honda, donde se ponga el aceite y cuando esté bien caliente, se fríe el tocino y se reserva. Seguidamente la magra y el hígado de cerdo, que se reservan también. A continuación se añade la harina y se mueve para que no se apelmace. Una vez frita se le añade el agua y la sal y se bate continuamente hasta conseguir  que liguen bien los ingredientes y no haga grumos. Se pican los ajos en un mortero con el pimentón y un poco de agua y se añade a la pasta, para incorporar posteriormente todas las especias y los piñones, así como trocitos muy pequeños del hígado que hemos frito antes.  Se le irá dando la vuelta al aire, para que se dore bien por los dos lados. Se añaden para comerlo los trozos de hígado, magra y tocino.

“El Relleno o pelotas”, como en tantos otros puntos de la región, es un plato típico. Aquí es característico del 25 de Diciembre.

Es muy tradicional el queso frito con tomate y trigo, hoy en día el queso de cabra cuenta con D.O “Queso de Murcia” un producto de primera calidad.

En Semana Santa sin embargo lo típico es la empanada de patatas. Se emplea harina para la masa, patatas fritas, huevo duro, atún, piñones, pimiento y perejil.

El queso de cabra es otro de los manjares típicos de esta zona en la que la ganadería caprina, murciano-granadina proporciona una excelente materia prima. En fresco se toma frito o hervido. El calor y la aridez de estas tierras propician que la raza de cabra murciano-granadina ostente una excelente producción de leche, con una media de 600 litros anuales por ejemplar. Durante siglos los pastores se han servido de este alimento para elaborar quesos de forma artesanal, añadiendo sales de calcio y cuajo animal. Hoy, al amparo de las D.O “Queso de Murcia” y “Queso de Murcia al Vino” se ofrece una producción limitada de quesos madurados de gran calidad y aceptación.

El Queso de Murcia al vino presenta un característico color granate-rojizo en su corteza debido a los baños de vino tinto durante su maduración, nunca inferior a cuarenta y cinco días. De textura cremosa elástica, su agradable sabor debe ser cita ineludible para los gourmets del queso.

Asimismo hay que destacar también en el amplio recetario jumillano, el Arroz y conejo con caracoles, el cabrito frito con ajos y las fritillas.

En cuanto a los dulces tradicionales, el viajero podrá degustar verdaderas exquisiteces en su paladar. En su origen, la mayoría eran típicos de Navidad, y son conocidas como «frioleras», aunque actualmente se elaboran y consumen durante todo el año. Aunque hay una gran variedad, quizás las más conocidas son:

  • Sequillos: Dulce seco elaborado con una fina pasta de harina, huevos y aceite, y que se decora por encima con un merengue de azúcar de baño y claras de huevo.
  • Pirusas: Se elabora con harina, huevo, aceite, anís y un baño de azúcar.
  • Rollos de vino: Elaborados con una masa de harina, manteca, vino y azúcar, con una cubierta de azúcar y canela.
  • Pasteles de anís: Se elaboran a partir de una masa de harina, aceite, azúcar y anís, que envuelve a modo de empanadilla, dulce de calabaza o cabello de ángel.
  • Mantecados de almendra: Sus ingredientes son una masa con harina, almendras, azúcar y yemas de huevo, rebozada con huevos batidos, azúcar y canela.
  • Cristóbalas: Hechas con una masa compacta de almendra, azúcar, huevo y un poco de canela.

Gastronomía de Fortuna            

La cocina es siempre reflejo de un modo de vida y de unas posibilidades agrícolas. Así la cocina adquiere personalidad propia, con estilo propio. Destacan las gachasmigas, el “empedrao”, las tortilleras y el cocido relleno, sin olvidar el plato típico del Jueves Santo, “el trigo pelao”. Y para deleitar el paladar, no hay que olvidar el arroz de conejo con caracoles recogidos de los montes cercanos, que se puede disfrutar junto un buen vino de la tierra. Los dulces y confituras están muy presentes: buñuelos, paparajotes y especialidades como las “toñas” o monas, almendraos y rollos ente otros.

Después de la Semana Santa empiezan los “Días de Mona”,  en la que fortuneros se trasladan a sus cortijos para celebrar la resurrección de Cristo y es estos días, se cocinan los mejores platos de la gastronomía fortunera.

Recetas típicas de Fortuna:

Las tortilleras, su origen se pierde en la noche de los tiempos. Al igual que las gachamigas, este plato es común en los días de

lluvia. Su textura y sabor queda entre media de las gachas y las gachamigas.

Para su elaboración necesitaremos, un manojo de ajos tiernos, 1/2 kg de harina de trigo, 1/4 de agua templada, 5 cucharadas de aceite, una pizca de sal y una ñora.

Primero limpiamos los ajos y junto a las ñoras se sofríen. Una vez retirados los ajos y las ñoras, añadimos a la sartén la harina y seguidamente el agua, que previamente habremos calentado en un cazo.

A continuación vamos removiendo hasta que quede una masa uniforme y añadimos los ajos. Esperamos a que el aspecto de la masa se asemeje a una tortilla. Para ello deberemos de darles vueltas a la masa como si de una tortilla de patatas se tratase, para ello podemos confiar en nuestra maña en voltear la masa con la sartén.

Una vez doradas por ambas caras ya están listas para consumir. Este plato, según la tradición tiene que consumirse en la misma sartén, sopada con pan.

El arroz con conejo y caracoles, es uno de los platos estrella de la gastronomía fortunera, donde el cual se suele preparar al menos una vez por semana, en las reuniones familiares de sábados o domingos.

Posiblemente junto con los gazpachos, son los platos más elaborados en los días de mona y donde cada cocinero le pone su punto especial, para sorprender a sus comensales.

Para preparar el arroz y conejo con caracoles serranos el primer paso es lavar muy bien los caracoles y cocerlos en una

olla,  posteriormente, en una sartén o paellera, se cubre el fondo con abundante aceite de oliva, se fríe a fuego lento el conejo y  se calienta, previamente troceado, sazonado con sal, hasta su cocción. A continuación añadimos el pimiento y el tomate, una vez la carne esté dorada, se le añade el pimiento despepitado y cortado en tiras y se deja freír;  en la misma sartén se sofríe el tomate rallado y después se le añade el arroz y se sofríe ligeramente, agregando a continuación el agua necesaria.  Cuando rompe a hervir se le añade azafrán, perejil, sal y los caracoles, manteniendo el fuego vivo durante 20 minutos, para posteriormente ir bajando por etapas hasta apagarlo pasados unos 10 minutos.

Antes de servir el arroz, se aliña todo con limón. Se ha de presentar en la misma paellera, adornada con unos trozos de limón y acompañada de una buena ensalada mediterránea y un vino tinto de la tierra.

El Empedrado es una receta tradicional de los pueblos de altura de la Región de Murcia. El Empedrado se sigue elaborando en muchos hogares cotidianamente, sobre todo en invierno, pero en cambio esta receta no goza de la popularidad que tienen otras elaboradas con arroz.

Para su elaboración, en primer lugar se cuecen las alubias, se escurren y lavan, y se echan en una cazuela de barro. Se añade además la cabeza de ajos, el azafrán y una hoja de laurel.

A continuación en una sartén con aceite se dora la patata cortada en taquitos o a tiras. Posteriormente se fríen los ajos tiernos, la cebolla y el pimiento verde, permaneciendo en el fuego hasta que estén fritos. Después se agrega también el tomate frito y el pimentón para completar el sofrito.

Una vez que el sofrito está hecho y cuando la olla con las alubias tiene el agua hirviendo se añade el arroz a la olla. Las proporciones de agua son el doble que las del arroz, al igual que en la paella. Se añade sal, pimienta y azafrán. El contenido de la sartén con el sofrito se vierte también en la olla.

Se deja guisar todo unos 20 minutos aproximadamente. Se prueba el arroz y la patata y cuando estén guisados se apaga el fuego y se deja reposar unos minutos. Se sirve en la misma olla de barro.

Los buñuelos son un sencillo y delicioso postre típico de Fortuna que aunque se suele consumir durante todo el año, su demanda aumenta en la Semana Santa y los días  posteriores.

El modo de elaboración consiste en depositar en un cuenco con profundidad suficiente y con un poco de agua tibia añadir la sal y un puñado de levadura y una vez que está todo mezclado, se añade la harina y se amasa. Cuando terminamos, sólo queda taparlo y dejarlo reposar entre 15 o 20 minutos para que suba. El truco está en que la masa quede más blanda que dura. En una sartén, previamente calentada y con abundante aceite, se irán echando con la mano haciendo un agujero en medio. Los buñuelos deben quedar fritos y dorados por todos los lados. A continuación se retiran de la sartén y se escurren en papel absorbente, para retirar el exceso de aceite. Se rebozan con azúcar mezclada con canela y se sirven calientes, aunque en frío también se consumen.

El paparajote es un postre típico y genuino de la huerta murciana.  El paparajote presenta un aspecto rústico, propio del medio en que nació, pero lo compensa con su inmenso sabor y un jugoso tacto al paladar.

Si queremos elaborar paparajotes primero tendremos que realizar la masa en un recipiente amplio, batir los huevos y agregar la pizca de sal, la levadura y la leche. Añadir la raspadura de limón, dos cucharadas grandes de azúcar y, poco a poco, la harina que admita, hasta conseguir una masa no muy espesa. La masa debe ser consistente como para adherirse a la hoja.

A continuación las hojas de limonero se impregnan en la masa hasta quedar completamente rebozadas por ambas caras. Para ello previamente es necesario lavarlas a conciencia. Luego se sumergen en el bol con la masa y de ahí directamente a la sartén.

En el siguiente paso con el aceite caliente se van colocando uno a uno los buñuelos que forman la hoja rebozada en el interior de la sartén. Se deben voltear con cuidado para no desprender la masa de la hoja o bien poner aceite suficiente para que se doren por ambas caras.

Una vez que el paparajote está bien dorado se retira de la sartén y se coloca sobre papel absorbente para retirar el exceso de aceite.

Finalmente se espolvorean por ambas caras con una mezcla de azúcar glas y canela en polvo.  Los paparajotes se sirven en una fuente adornada con unas ramitas de canela, una hoja de menta o una flor del limonero. Este postre típico de la huerta se suele acompañar de un vino dulce o mistela.

Gastronomía de Abanilla

Si hacemos un recorrido por su gastronomía, tiene un papel importante la carne a la brasa, en especial la de cabrito, el

arroz con conejo y caracoles, los embutidos caseros, las «gachasmigas» y las «tortilleras», típicos de los días de lluvia; hortalizas como las habas o las alcachofas (aquí «alcaciles»). En cuanto a postres, destacan los frutos de la huerta como los famosos albaricoques de damasco y la pereta, exclusivos de esta zona, dátiles, «granás» e higos.

Sin olvidar la rica repostería tradicional: buñuelos, almojábanas, monas, madalenas, rollos de naranja o anís y almendrados y mantecados, típicos de Navidad. Todo ello regado por el magnífico vino de las tierras cercanas.

Las recetas tradicionales de cordero, y otras de carnes similares como el cabrito, siempre han tenido un especial protagonismo en las tierras altas y montañosas de la cuenca de Abanilla- Fortuna.

Las chuletas de cordero al ajo cabañil son un plato muy sabroso y de gran valor nutritivo. De hecho, es muy rico en

proteínas, grasas saturadas y minerales. Se suele consumir en zonas de montaña y proporciona al organismo las calorías  necesarias para afrontar el frío invernal.

La preparación es sencilla, primero se fríen las patatas en la sartén y después las chuletas de cordero hasta que se doren bien; para la preparación del ajo cabañil, en el mortero se machacan las cabezas de ajo. Después se añade vinagre y agua, mezclándolo todo y poniendo la mitad en la sartén donde se fríen las patatas y la otra mitad en la sartén donde se fríen las chuletas. A continuación se añade el ajo cabañil a las patatas y la carne. Se reparte una pizca de azúcar (media cucharadita de café) en ambas sartenes. Además, se sazonan las chuletas y las patatas con sal y pimienta. Durante diez minutos se fríe todo a fuego lento, moviendo las sartenes para que la mezcla sea perfecta. Y el plato está listo para llevar a la mesa.

No podemos olvidar el vino, acompañante de excepción del buen comer, habiendo dos Denominaciones de Origen, Jumilla y Yecla, junto a una zona calificada como Vino de la Tierra de Abanilla, que comprende los municipios de la misma Abanilla y Fortuna, hacen que en el Nordeste murciano, el vino sea el producto de la tierra más relevante.

Los vinos que se están elaborando en Jumilla son de una calidad exquisita gracias a la diversidad de tipos de uva que se pueden encontrar en la zona, siendo la Monastrell la reina de todas. Hablamos de vinos jóvenes y suaves pero con gran cuerpo. Están los llamados «semi crianza» , tan de moda; son vinos jóvenes con no más de seis meses en barrica. Los crianzas y reservas se encuentran entre los mejores de España. Y los dulces, que expresan toda la concentración de la variedad Monastrell.

Paladear los vinos de la Denominación de Origen Yecla es toda una experiencia, una aventura que nos transporta al origen de una tierra que hunde sus raíces en la tradición vitivinícola, sus caldos poseen un carácter riguroso y a la vez creativo, cuya esencia permite descubrir en la copa matices nobles, complejos y ricos.

Qué duda cabe que dentro de la amplia oferta gastronómica de la Comarca del Nordeste están presente sus  excelentes vinos, que acompañan los platos típicos y tradicionales con la intención de realzar el placer de comerlos para deleite de los sentidos.