Todavía en muchos pueblos se conservan tradiciones artesanales sobre algunas de las producciones realizadas en la región durante muchos siglos. Podemos destacar una serie de ramas en los que estos trabajos se siguen desarrollando e incluso cuando ya su producción está casi desapareciendo, surgen iniciativas tanto privadas como de las administraciones públicas, para que este patrimonio cultural no se pierda.

Destacan los centros de Artesanía que tienen como objeto, desarrollar la promoción comercial de los productos artesanales, además de modernizar el sector con la aplicación de las nuevas técnicas.

Además de los centros de artesanía para dar a conocer y distribuir estos productos, en muchos pueblos se hace de forma más directa, del artesano al consumidor a través de las ferias o mercados que normalmente se tienen en las distintas comarcas una vez al mes. Es frecuente encontrar en las ferias o mercadillos de los distintos pueblos a los mismos artesanos que cada semana recorren uno de los pueblos de la comarca, aportando y presentando su producto. Suelen hacerlo en los distintos domingos del mes.

La artesanía que todos conocemos hoy, desde la antigüedad, ha girado en torno a la actividad económica principal de población. En la comarca, se ha centrado en la agricultura, y entre las muchas actividades artesanas que han existido, han sido conocidas:

–  La fabricación de toneles y recipientes para la producción y almacenaje del vino.

– La elaboración de elementos de esparto (alborgas, alpargatas, baleos, cernachos, capazos…)

– El trabajo de la forja, que llegó a crear una gran escuela en Jumilla, dando lugar a grandes herradores.

– Y la confección labores como el bordado, el ganchillo, los encajes, los bolillos

En la actualidad, estos oficios se encuentran en peligro de extinción, a consecuencia de la aparición de los nuevos avances tecnológicos y de otros productos sintéticos. Y el concepto de artesanía ha evolucionado, entendiéndose ahora como una actividad de creación, producción, transformación o reparación de bienes y una prestación de servicios, realizada mediante un proceso en el que puede existir conjuntamente una intervención manual y otra mecánica, pero donde la primera constituye un factor predominante y el resultado de este proceso siempre debe originar un producto individualizado y exclusivo, lejano a la producción en grandes series.

De esta manera, en la Comarca del Nordeste, podemos encontrar oficios artesanos que los clasificamos en 3 grandes grupos:

  • Artesanía de estética o creación (artística y tradicionales o populares), como por ejemplo: escayolista, herrero, tornero, tapicero de muebles, ebanista-carpintero, barnizador y laquista, lapidario, bisutero, restaurador de muebles, zapatero, esterero y cestero de esparto, bordador, encajero, elaborador de macramé…
  • Artesanía de bienes de consumo (alimentación), como por ejemplo: vinicultor, chanicero-charcutero, almazarero y aceitero, quesero, heladero, panadero, churrero, pastelero, confitero…
  • Y artesanía de servicios, como por ejemplo: florista, viverista, arboricultor, jardinero, costurero, modista, pintor-dibujante, fotógrafo, escultor, decorador, impresor tradicional, diseñador gráfico, relojero, pintor industrial y de la construcción, reparador de calzado, reparador de joyería…..

Dentro de la gran amalgama de oficios artesanos, ha habido unos que han tenido más influencia que otros en cada uno de los pueblos de la Comarca del Nordeste, vamos a describir aquellos que más importancia han tenido en la historia de nuestros pueblos.

El bordado

Esta tradición está muy extendida por nuestra comarca. Todavía, en los pueblos, rara es la muchacha casadera que no manda bordar varios “juegos de cama” o sábanas. También es un placer contemplar los estandartes  de algunas cofradías y los refajos de las zagalas en días señalados.

El proceso del bordado en los trabajos para las Cofradías comienza, en primer lugar, haciendo un dibujo en color indicando las partes en seda y en oro, para después trasladar ese dibujo a la escala requerida, en un papel fino que permitiera perfilarlo en el lienzo. Después, sobre un bastidor rectangular, se realiza el bordado con sedas naturales de diversa procedencia y una vez terminado se decora y se pega al festón en el terciopelo.

El bordado en oro se rellena de algodón y se borda con el oro según diferentes matices: brillante, mate o briscado, bordándose en el lienzo y haciéndole un festón en su contorno, para trasladar por último el terciopelo.

En la Comarca del Nordeste se sigue la tradición y se realizan verdaderas obras de arte que se pueden contemplar en los trajes típicos de cada pueblo, en sus refajos, en los chalecos y adornos de la indumentaria de cada festividad local.

Encajero

El encaje cuenta con muchas variantes y para cada una de ellas se exige una precisión  y meticulosidad únicas. Dependiendo del  tipo se utilizará un instrumento u otro: está el encaje de aguja, el encaje de bolillos y el encaje de ganchillo.  Quizás el más espectacular, por una forma de trabajarlo y su sonido característico, es el encaje de bolillos. Los bolillos se fabricaban artesanalmente, bien usando unos tornos especiales o bien tallados uno a uno a navaja.

La aguja conduce un único hilo de un punto a otro con un elemento esencial: el punto de festón. En los bolillos corren sin interrupción por todo el encaje diversos hilos, enrollados a unos palitos (bolillos) que se entrecruzan, sujetándolos a una almohadilla mediante alfileres y trabajando sobre un patrón. En los bolillos domina el movimiento; en la aguja, lo apacible y limitado. La costumbre era que las mujeres cantaran mientras utilizaban con gran destreza los bolillos, llevando el ritmo y finalizando la última palabra de la canción clavando una aguja en el mundillo.

Se dice que el encaje comenzó a elaborarse en nuestro país a partir del siglo XVI, favorecido por la moda europea del momento. Con él se decoraba la ropa de hogar (mantelerías, sábanas, cortinas), la vestimenta de lujo (camisones, ropita de bebé, mantillas) y los aderezos litúrgicos.

La dote de la novia solía estar compuesta de algunas piezas de encaje.  En la huerta murciana era costumbre  hacer las colchas de las camas de ganchillo, mediante pequeñas piezas que se elaboraban durante años y finalmente se cosían unas a otras. Los tapetes también eran muy populares para adornar los muebles de la casa.

Esterero y cestero de esparto

Este artesano manufactura objetos útiles y decorativos sirviéndose de esparto trenzado. El trabajo de esparto es una de las actividades más remotas y características de la Región de Murcia que todavía sigue viva.  Su uso prolongado en el tiempo abarca un mínimo de 4000 años. La producción de esparto alcanzó importantes niveles con la llegada de los cartagineses, quienes comerciaban con buena parte del Mediterráneo, y, sobre todo, durante el dominio romano, cuando nuestra zona fue incluso nombrada “Campus Spartarius”. Este material se empleó en las labores y ámbitos más diversos, como menaje doméstico, prenda de vestir (calzado), aperos para animales, utillaje de faena agrícola, pesquera y o pastoril…

Según el tipo de utensilio requerido, el esparto se emplea verde, aún fresco (sin procesar), o cocido (requiere diferentes tratamientos). El esparto verde, también denominado crudo, se teje en anchas tiras (pleita) para hacer cestas, capazos, alfombras,… El esparto cocido o picado: una vez recolectado de los atochales, se deja secar en manojos y después es introducido en balsas con agua, que se denominan cocedores. Tras permanecer sumergido varias semanas es secado al sol. Finalmente se maja con una maza de madera sobre una picadera de piedra. La fibra resultante es peinada y trenzada formando tira de diferente anchura (filete, guita, recincho).

Elaborador de conservas de frutas y vegetales

La Región de Murcia ha tenido en la fabricación de conservas una de sus principales actividades, sustentada en la riqueza de sus  huertas y en la gran variedad de frutas y verduras que desde tiempos inmemoriales han producido nuestros campos.

Antiguamente, eran las familias quienes realizaban en sus hogares las conservas vegetales de un modo totalmente casero. Los artesanos conserveros han sabido mantener la tradición, utilizando frutas, vegetales y sustancias naturales que se envasan en recipientes de cierre hermético y esterilizado por el calor para su conservación.

El método de conservación al natural se basa en escaldar en agua, con agua y sal, las verduras para luego hervirlas dos o tres minutos antes de envasarlas. El método de conservación “Asados al horno” se basa en pelar y quitar las semillas de los vegetales, para luego secarlos y llenar las latas con el líquido que sueltan, para finalmente esterilizarlas.

Las aceitunas se preparan en conserva, echándolas en agua clara durante cinco o seis días, que se va cambiando varias veces al día. Después, pasan a una tinaja que se rellena con salmuera a la que se agregan hojas de laurel, hinojo, tomillo y romero, dejándolas macerar durante dos meses.

Mención especial merecen el tratamiento de las ricas frutas de nuestra tierra con las que se elaboran mermeladas. Son tradicionales también las frutas confitadas conservadas en seco, que se cuecen sometiendo el almíbar a varias ebulliciones en días sucesivos.

Y no hay que olvidar las frutas secas, elaboradas a partir de frutas sin hueso que, una vez preparadas, se extienden en bandejas de mimbre y se exponen al sol durante 15 día sucesivos.

Quesero

Durante siglos, los pastores de esta comarca han elaborado de forma artesanal quesos con leche de cabra, que formaban parte de su dieta cotidiana. Con el paso del tiempo esta tradición ha dado lugar a la producción limitada de quesos de maduración de gran calidad y muy buena aceptación por parte de los consumidores, que han visto reconocido su prestigio con el amparo de las Denominaciones de Origen Queso de MurciaQueso de Murcia al Vino.

Los Quesos de Murcia se elaboran a partir de la leche entera de la cabra de raza Murciana-Granadina a la que se añaden

sales de calcio y cuajo animal, y en quesos curados, además, fermentos lácticos acidificantes y aromatizantes.

La gran calidad de nuestros quesos y derivados está avalada por una larga tradición. Son nuestros artesanos los garantes de la misma, a la que se dedican su buen hacer elaborando a partir de leche de  cabra y oveja, quesos, cuajadas, mantequillas y natas.

El artesano utiliza la lecha pasteurizada, que se filtra y se mantiene a una temperatura de unos 4º C hasta el momento de hacer el queso; luego la calienta a unos 30º de temperatura con el cuajo animal o hierbas. Una vez realizado esto, se desuera cortando la cuajada, se controla el grano del queso, se escurre, se compacta y se corta en bloques que se colocan en moldes para luego prensarlos. Llegado a este momento se sala con salmuera, se escurre, y se deja orear y se pasa al lugar donde podrá madurar a una temperatura y grado de humedad estable.

El queso de Murcia se elabora tradicionalmente con leche pasteurizada de cabra, ligeramente prensado, elástico y con sabor a leche fresca.

Vinicultor

El largo proceso de la elaboración del vino se inicia con la recolección de la uva en la tradicional vendimia, para luego estrujar las uvas hasta obtener un líquido (mosto) que se deposita tumultuoso, 10 o 12 días, en tinajas o cubas, donde empieza la fermentación. Una vez finaliza esta etapa, se traslada a otras vasijas, se separan los orujos y comienza una fermentación lenta.

Los vinos se clarifican con sustancias que arrastran las materias que pueden enturbiar el vino. Ya clarificado, se cambia de envase y se conserva en toneles en la bodega. Una vez terminada la crianza en madera se embotella, donde continúa su proceso de envejecimiento.

Nuestros viticultores se concentran especialmente en Jumilla, Yecla y en menor medida en Abanilla, habiendo en las dos primeras localidades sus correspondientes Denominaciones de Origen.

En la comarca del Nordeste se cultivan viñas y se crean vino desde los tiempos de los romanos. Una tradición milenaria que fluye por las venas de esta tierra. Fenicios, romanos, árabes…. el gran crisol de culturas que ha enriquecido estos lugares, encontraron en el vino un buen compañero de viajes, tertulias y aventuras. Estas tierras del nordeste de Murcia ha mostrado ser generosa con sus habitantes, ofreciéndoles la riqueza de un fruto humilde y sencillo, trabajado con esmero y cariño que ha dado como bien, la Denominación de Origen de Jumilla y Yecla.

La tonelería

Hacer un tonel no es tan fácil como se podría pensar. Se necesitan muchos años de prácticas y horas de trabajo para conseguirlo. Se llama tonelería a la fabricación artesanal de recipientes de madera de forma abombada, en general más largos que anchos, ensamblados con aros metálicos y con extremos planos. Aunque recibe su nombre de los toneles, los toneleros también confeccionan barriles, barricas, cubos, cubas,tinas, mantequeras, tubos, fudres, y demás recipientes parecidos.

Un ejemplo de este oficio lo desempeño el jumillano José Antonio Tomás que entró de aprendiz en el taller del

maestro “Pitona”, quién le enseñó cómo trabajar la madera de castaño viejo y la de roble para que el tonel resultante hiciera buen vino. Solía vender su producción a particulares y bodegas de su misma ciudad.

En los talleres usan instrumentos parecidos para hacer desde el pequeño tonel hasta la pipa de más de cuarenta arrobas. Así, tienen azuelas para devastar la madera, pulidoras, martillos, estobadoras para igualar el grosor de las “duelas” (cada una de las piezas de madera que componen el cerco del tonel),  garlopas, etc…

Veamos, finalmente, cómo se elabora un tonel cualquiera. Se comienza dando la forma a las duelas por medio de un cepillado, que deja un lomo en el centro, para que al juntarse una con otra, encajen perfectamente. Después se “doma” o “bate”, encendiendo fuego en el interior y mojándolo luego; así se logra que doble la madera sin romperse y que admita una arandela provisional que sujete las duelas. Más tarde se colocan los dos fondos y los aros de hierro definitivos. Finalmente, se le cepilla, retoca y da barnices.  Para la crianza y el envejecimiento de los vinos tradicionales, tales como los conocemos hoy en día, el hombre ha tenido que domesticar dos materiales: la madera y el vidrio.

Los primeros testimonios de toneles de madera empleados para el transporte del vino fueron hallados en Italia y datan de finales del siglo V. Los toneles son menos frágiles y más fáciles de manipular que las tinajas de barro cocido. Permiten asimismo volúmenes más importantes. Luego, rápidamente, sustituyen el ánfora. Es en el curso de los siglos siguientes que se utilizará la barrica para la conservación y el envejecimiento de vinos y alcoholes.

Los artesanos tallistas

Las personas que se dedican a la talla suelen vivir casi exclusivamente de ella. La mayoría entraron, como aprendices, en viejo talleres, en los que vieron cómo se usaban las gubias, y donde permanecieron varios años. En cuanto al modo de tallar la madera, suele ser el mismo en todos los sitios, salvo pequeñas diferencias. Se hace el dibujo del objeto que se desea realizar. Se pone el papel sobre la superficie y se repasa o puntea. Y  se comienza a devastar la madera poco a poco con las gubias.

Las maderas más apreciadas por los artistas son el pino, en sus diversas clases: de Oregón, rojo, gallego…..; el haya, el castaño y menos el ciprés, por su dureza y el abedul.

Los yeclanos Francisco Vidal, Juan Puche y Francisco Ruiz trabajan para las fábricas de madera de la población, donde sus labores son muy apreciadas. O el polifacético Edmundo Palop, que se perfeccionó en la Academia de San Carlos de Valencia, donde obtuvo el título de Licenciado en Bellas Artes. Además de esculpir madera de haya  y de pino de Suecia, trabaja con moldes de barro y realiza preciosas obras entre las que destacaríamos los distintos relojes (renacentistas, neoclásico o rústico) que el visitante puede admirar en su exposición.

En este contexto no podemos olvidar, el mueble de Yecla, los precedentes más antiguos del origen industrial del mueble en Yecla, se descubren en las fuentes documentales de los siglos XVIII y XIX, que refieren datos acerca de la actividad de un gran número de carpinteros, aperadores y toneleros, oficios artesanales relacionados con el trabajo y la elaboración de varios productos derivados de la madera. El final del siglo XIX también es testigo de la existencia de serrerías mecánicas y talleres de fabricación de mesas y sillas, comercializadas en las provincias limítrofes. La llegada y adquisición de maquinaria más moderna, y la inquietud de muchos oficiales de los citados talleres, dio lugar a principios del siglo XX al proceso de industrialización del municipio de Yecla.

Las primeras referencias históricas del sector del mueble en Yecla se sitúan a principios del siglo XX, cuando se tiene constancia de la existencia de un gran número de carpinteros, paradores y toneleros que trabajan de manera artesanal una amplia gama de productos derivados de la madera. Sin embargo, será a finales de la década de los años 40, en el marco general de la postguerra, la que provocará la primer gran crisis en este reducido sector productivo local, propiciando como reacción intuitiva la creación de una cooperativa obrera de muebles, impulsada por el párroco D. José Esteban Díaz. Tras una mala coyuntura económica que afectó al desarrollo de la cooperativa provocó que los numerosos oficiales la abandonaran creando nuevas empresas de fabricación de muebles. Podríamos, por tanto, considerar este momento como el punto de partida de nueva y fructífera industria mueblista yeclana.

Para salir de la crisis, recién iniciada la década de los años 60, se decide poner en marcha una Feria del Mueble en dependencias del Colegio de San Francisco, a la que acuden 14 fabricantes de muebles, 1 de tapizados y 1 de chapa para muebles. El resultado fue un éxito reconocido en tanto que propició la apertura de no pocas puertas comerciales a muchos de los jóvenes emprendedores en los mercados nacionales.

La Muestra se mantiene en ese histórico lugar durante 6 años, con un tímido pero inexorable crecimiento, a la vez que se va consolidando en el panorama nacional, hasta que en el año 1968 se materializa el ansiado sueño con la construcción del actual recinto de la Feria del Mueble de Yecla.

La Feria del Mueble de Yecla dispone de un amplio recinto ferial que acoge al certamen mueblístico más veterano de España. Un evento ferial avalado por 45 ediciones, celebradas ininterrumpidamente desde 1961, cuyas perspectivas de crecimiento ha trascendido las fronteras regionales, dando cabida a empresas expositoras procedentes de diferentes zonas del territorio nacional e incluso firmas francesas, italianas y portuguesas.

El Esparto

El esparto está indisolublemente vinculado a la historia de Jumilla, pues desde el 4.500 a.C tenemos documentados el uso del esparto trabajado en el poblado calcolítico de El Prado. En este importante yacimiento aparecen las bases de las vasijas, con la impronta de una esterilla de esparto, tejida con técnicas de cestería, es decir con una forma básica de trenzado que no son los desarrollados con posterioridad. Estas improntas han quedado al utilizar el alfarero la base de baleo, cofín o estera circular, para levantar la vasijas sobre ella, al no conocer el torno de alfarero, la necesidad de tener que girar la pieza de barro para poder trabajarla en toda su superficie, le llevó ingeniarse este sistema de un baleo que gira junto a la pieza.

En una de las casas del poblado ibérico de Coimbra del Barranco Ancho, fechado entre el siglo IV a.C y II a.C se encontró, durante las excavaciones arqueológicas, un trozo de estera carbonizada, con un trenzado del tipo pleita, es decir con el mismo trenzado de los que se hacen en la actualidad. Por autores clásicos sabemos que los íberos tenían el piso de sus casas cubierto con esteras de esparto.

Tanto fenicios como cartagineses traficaron con esparto por todo el mediterráneo, era uno de los productos que más transitaba por el puerto de Cartagena, de hecho fueron los cartagineses  los primeros  en denominar a todo el campo de Cartagena y tierras aledañas, entre las que se incluye la Comarca del Nordeste, “Campus Spartaius” , topónimo que siguieron usando los romanos.

Tras la cesión de los montes de Jumilla, al procomunal de los vecinos, por parte del Rey Pedro I de Castilla a mediados del siglo XIV, la exportación y comercialización del esparto fue una base fundamental de la economía de Jumilla. Esta situación de bonanza se mantuvo hasta la llegada de las fibras de plástico, a principios de los años sesenta del siglo XX. Los plásticos hundieron definitivamente toda la industria y el comercio del esparto, hizo desaparecer el escaso tejido industrial del esparto de Jumilla y se hundió la economía de Jumilla.

La época de recogida del esparto es durante todo el año, salvo los meses de primavera, con especial atención a los de

abril y mayo, por ser cuando nacen los nuevos tallos y se regenera la planta. El equipo siempre era uno, compuesto por sesenta u ochenta esparteros, lo que dependía de que hubiese más o menos trabajo entre otras labores o faenas agrícolas, pues el trabajo de la recogida del esparto era muy duro y siempre se le rehuía. Los esparteros debían llegar al lugar de encuentro, este punto se denominaba Tendía, y generalmente era el principio de una sierra o un gran barranco  que separa dos sierras, como por ejemplo los Gargantones. En la Tendía había un romanero pagado por el rematante que solía ser experto sobre el terreno y que adjudicaba a cada espartero una franja de terreno suficiente o también se le conocía como huchas. El esparto se puede trabajar de cuatro maneras, verde, crudo, cocido o picado. Evidentemente el esparto verde es el recién arrancado, y se utilizaba para realizar elementos de poca consistencia como los vecejos o cuerdas destinadas a atalajes de corta duración, algunos tipos de cofines, etc..

El esparto crudo, era el que había blanqueado en la tendía y no recibía otro tratamiento, con él se hacían recipientes que requieren cierta rigidez, cuyas paredes deben ser poco flexibles, como los capazos de vendimiar, algunos tipos de cestos o esteras, etc..

Para cocer el esparto se introducían los bultos o majás en balsas de agua, donde se mantenían durante tres o cuatro semanas, después se dejaban secar durante diez o doce días, colocando los bultos de pié, formando figuras cónicas, que se giraban para que el sol los coloreara de nuevo de blanco. Este tipo de esparto era más flexible que los dos anteriores, por lo que se utilizaba para determinados tipos de cuerdas más resistentes, recipientes de paredes menos rígidas, pero de uso casi continuo, por lo que requerían mayor resistencia, como los serones, también se hacían determinados tipos de cestos y esteras.

El esparto picado era aquel, que una vez cocido se machacaba con una maza, generalmente hecha con madera de carrasca, se golpeaba el esparto hasta dejarlo completamente plano, pero sin perder la unidad de la hoja. El picado da una mayor flexibilidad al esparto y una vez trenzado refuerza su resistencia, también permite mayor maleabilidad, por lo que se usaba mucho para forrar recipientes. Las maromas y todo tipo de cuerda que ha de soportar cierta fuerza o tirantez se hace de esparto picado, así como de aquellos objetos de uso cotidiano, como cestos o barzas.

La tarea que más identifica al esparto es el trenzado, de hecho es su mayor peculiaridad, pues son tantas sus formas y tipos, que su trabajo está indisolublemente  asociado al esparto. El trenzado consiste, como su propio nombre indica, en hacer trenzas, es decir en entrecuzar un número determinado de espartos (maja), ir añadiendo nuevos espartos en sustitución de los que se van agotando y darle una longitud determinada. En función del número de majas que utilicemos, será la anchura de la cuerda, y según el tipo de esparto que usemos se llamará de una forma u otra. El número de majas que se utilizan en el trenzado siempre son impares.

La forma más sencilla es la que utiliza tres majas de esparto, la guita, se hacía con cualquier tipo de esparto, dependiendo del uso. La guita hecha con esparto verde, se ponía en remojo unos días antes de usarla para que el esparto recuperará su flexibilidad, como es el caso de los vencejos, usados para atar haces de mies, leña, etc.. La guita hecha con esparto picado se llama sobrecarga, que es mucho más resistente, por lo que se utilizaba para hacer cuerdas que iban a soportar grandes tensiones, de aquí su nombre.

El trenzado de cinco majas se llama recincho, generalmente se hace con esparto picado, se puede trenzar buscando la cara del esparto, para darle un aspecto determinado al trenzado, dependiendo del uso de la cuerda, es el más utilizado para fabricar arreos, tanto de caballerías como de carruajes, se utilizaba también para hacer las suelas de las alborgas, forrar determinados recipientes, etc. También se trenzaban recinchos con siete majas, para cuerdas de un uso muy concreto.

Otro trenzado de cinco majas, y realizado también con esparto picado, es la soguilla, la diferencia con el recincho consiste en que a la vez que se trenza se va retorciendo el esparto, y los apretones del trenzado suelen ser más fuertes de lo normal, así se consigue una cuerda fuerte, de textura muy sólida y de gran resistencia. Con la soguilla se hacían casi todos los arreos de las caballerías, asas y refuerzos de grandes recipientes, con el trenzado a su vez de varias soguillas se hacían las maromas.

La pleita es el trenzado más versátil de los que existen, y el más ancho de todos, pues se pueden hacer desde 13 a 21 maja (siempre impares), siendo las más frecuentes las de entre 13 y 17 majas, lo más común es utilizar esparto verde o crudo, para dar mayor rigidez al objeto, son raros aquellos fabricados con esparto cocido o picado, aunque los hay, la trama que se crea, siempre es para fabricar: todo tipo de esteras, baleos, etc o recipientes de gran tamaño, como serones, capazos, aguaeras, etc..

El cordelillo es el único trenzado que se hacía con dos majas, se hacía con esparto rastrillado o peinado, el resultado era una cuerda de forma cilíndrica, muy resistente y de gran flexibilidad, con un sinfín de utilidades y aplicaciones, de hecho es el trenzado más común y conocido, y su nombre se aplica a todo aquello que tiene una gran  longitud.

Además de estos tipos de trenzados, existen lo que denominan puntos, que es otra forma de tejer el esparto aplicando técnicas de cestería, o mejor dicho técnicas de otras fibras vegetales (anea, mimbre, caña, etc.) El más común es el punto de cofín, que consiste en hacer un tejido de tres o cuatro majas, casi siempre de esparto verde o crudo, el trenzado se va haciendo en espiral, y en cada paso se deja una maja suelta, que la siguiente vuelta se incorpora y se fija para darle cuerpo al objeto y no dejar huecos. Con esta técnica se construyen objetos circulares y como su propio nombre indica se fabrican cofines de bodegas y almazaras. El mismo punto y técnica se utilizaba para hacer cestos de lavar lana, aunque en este caso no se apretaban tanto las majas, para dejar huecos que permitan entrar el agua y no salir la lana.

Otra técnica muy común y utilizada es el punto de cernacho, donde las majas se entrecruzan horizontal y verticalmente, dejando unos huecos lo suficientemente grandes para ver cuántos caracoles nos quedan en el interior y que estos no se salgan.

El nombre lo toma obviamente de la fabricación de cernacho para caracoles, pero también se utilizaba para hacer cestos de lavar lana y bolsas para colgar melones.

El punto de filete es el más clásico de los usados en cestería, consiste entrecruzar majas de esparto verde o crudo entre otras verticales, produciendo un trenzado de espartos horizontales y verticales, que le dan al recipiente rigidez y verticalidad, aunque ésta se puede adaptar a la forma que desee el fabricante.

La artesanía en Abanilla está representada principalmente por los trabajos realizados en esparto y el encaje de bolillo. El primero, aquí llamado «cofín» ha tenido gran importancia económica en Abanilla hasta que en los años sesenta prácticamente desapareció. Se realizaban prensas para molinos aceiteros, cestos, esteras, garbillos, cordelería, cachirulos, margüales, etc.